Porqué haces lo que haces
¿Cuántos yogures puedes encontrar en el mural de lácteos de tu supermercado? ¿Cuántas clínicas dentales hay en un radio de 5 kilómetros de tu zona de acción? ¿Cuántos hoteles hay en tu lugar favorito de vacaciones? Pues ahora piensa que eres un fabricante de yogures, un odontólogo o un hotelero que va a emprender su propio camino. ¿Qué es lo primero que necesitas?
No va a ser un magnífico yogur, ni ser el odontólogo más experimentado, ni el hotel con las mejores instalaciones de la ciudad, sino una marca que lo identifique y distinga. Obviamente sí que precisa un buen producto, ser un buen profesional y ofrecer unos buenos servicios, pero la marca desde el punto de vista intangible marcará la diferencia respecto a ser elegido o no.
Las personas escogemos un producto o servicio por lo que su marca despierta en nosotros, por lo que percibimos de ella, si la entendemos y conectamos con ella. Ante esto la calidad del servicio o del producto queda en un segundo plano. Parece raro, la mayoría pensaría que el éxito viene de la mano de un producto o servicio excelente, pero si este no conecta con las personas, no tiene personalidad propia y una misión clara sus posibilidades de éxito disminuyen.
Por lo tanto el emprendedor que quiera iniciar camino, aparte de valor y tesón ha de tener claro que va a ofrecer a las personas, como dice Simon Sinek ha de hacer que los demás crean en lo mismo que él cree, que escojan por convicción. Es la teoría del Círculo Dorado de Sinek que responde a tres preguntas: qué, cómo y porqué. De manera muy resumida se trata de responder qué se hace, cómo se hace y por qué, siendo esta última la más importante porque es la verdadera razón de ser y lo que realmente va a implicar a las personas con la marca: porqué la marca hace lo que hace.
Durante semanas hemos hablado de la marca desde un punto de vista tangible e intangible, de su calidad gráfica, sus aplicaciones, el mensaje y la coherencia. Cuando se tiene claro el porqué de la empresa y está definida la parte intangible se comienza a tangibilizar, a materializar y a darle forma. Lo ideal es que ambas partes vayan surgiendo a la vez porque así la coherencia y consistencia de la empresa será absoluta.
A menudo se relega la importancia de la marca a la última tarea en el inicio de un negocio, y hemos demostrado que no es lo último, la marca es lo primero en la toma de decisión de compra o contratación. Por eso siempre defendemos el inicio de la construcción de la marca en paralelo a la concepción del negocio.
Se trata de hacer de la creación de la marca una inversión en unas de los principales activos del nuevo negocio, aquella por la que las personas decidan elegirla frente de todas las alternativas del mercado.
En el plano tangible, a la hora de dar forma a la marca esta debe cumplir las premisas básicas que siempre repetimos:
- no obsesionarse en el proceso de búsqueda del nombre, no buscar significados donde no los hay ni bloquear el proceso por indecisión,
- comprobar la posibilidad de registro del nombre de la marca en la OEPM y luego la disponibilidad de uso digital,
- adecuación de la marca gráfica al contexto donde actúa y al público al que se dirige,
- alta calidad gráfica que permita su correcto uso en cada soporte sin perder identificación ni lectura,
- atemporalidad gráfica que evite las modas que delaten en qué momento se creó la marca o la haga resultar antigua en pocos años.
El inicio de un negocio puede ser extremadamente duro porque a la incertidumbre y el miedo se suele unir la falta de los recursos precisos para salir al mercado. La marca ayuda a eliminar esa incertidumbre tanto en quien la representa como en quien la percibe como consumidor. Su creación de convierte en una de las principales inversiones para crear un buen activo para el nuevo negocio. Con el tiempo permite que la empresa elimine productos, los cree nuevos o incluso pivote en su actividad que si la marca es potente y está bien construida la gente seguirá confiando en ella.