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La figura del corrector de textos ya existía desde mucho antes de la invención de la imprenta. Ya en el scriptorium de Alfonso el Sabio, en el s. XIII, había alguien que dictaba, otro que escribía y otro al final que repasaba lo escrito, y armado de un raspador enmendaba el pergamino.

 

El objetivo de la corrección de textos es cerciorarnos de que el mensaje ha sido trasladado correctamente

 

Con la llegada de la imprenta, el cargo cobra aún más importancia. A veces lo desempeñaba el propio gerente o dueño de la imprenta, pero era más común que existiera una persona dedicada a esta labor en exclusiva. Se imprimían las planas y se corregían las llamadas pruebas o galeradas.

 

Algunas figuras de la cultura universal empezaron su relación con el libro trabajando de jóvenes como correctores de textos en imprentas (Miguel Servet, Benjamín Franklin, Erasmo de Rotterdam…).

 

La importancia de realizar correcciones de contenido ortográficas, gramaticales, semánticas, verbales y de estilo en nuestras publicaciones.

 

La corrección de textos se desarrolla en dos líneas principales: corrección de erratas o errores tipográficos y corrección gramatical o de estilo.

 

El corrector se basa en la gramática de la Real Academia de la Lengua, como texto principal, y en tratados diversos cuando hay lagunas en ésta. También son buena guía los Libros de Estilo de algunos periódicos.

 

Las grandes empresas editoras y los mejores periódicos cuentan con equipos de correctores, pues da muy mala impresión un texto plagado de erratas.

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