Aunque la fama de las patatas Bonilla a la Vista se ha extendido como la espuma por su aparición en la oscarizada “Parásitos”, su éxito es un camino que han recorrido ya cuatro generaciones desde que en el Ferrol de 1932 Salvador Bonilla, recién salido de la Marina Española, abriese su primer local, un céntrico café de verano, en la ciudad gallega. Pero a partir de ahí ha sido su hijo César quien ha hecho de este apellido mucho más que una cadena de chocolaterías, elaborando a nivel industrial unas patatas fritas que ya son conocidas en todo el mundo.
Porque después de de plantearle a su padre la idea de ampliar la producción de estas chips a finales de los años 50, el joven emprendedor –ahora abuelo– no pudo desarrollarla hasta 30 años después, cuando Claudio Sanmartín –fundador de Supermercados Claudio y verdadero protagonista de la creación de Caixa Galicia– le animó a hacerlo: adquirió una nave en el Polígono de Sabón (Arteixo, A Coruña) y se puso manos a la obra, elaborando unas patatas fritas que exporta a medio mundo –además de Corea del Sur vende en Australia, Bélgica, Suiza, Estados Unidos y Reino Unido, entre otros mercados–, de las que el Nobel Camilo José Cela llegó a decir “están cojonudas”.
Camilo José Cela llegó a decir “están cojonudas”.
Esta historia, resumida en unas pocas líneas, puede conocerse gracias a que esta saga nunca ha cerrado las puertas a la comunicación y son múltiples los reportajes que se han hecho sobre su fábrica y sobre el verdadero secreto del éxito de las patatas Bonilla: su sabor. Y es que la empresa tampoco ha puesto obstáculos para dar a conocer cómo se elabora su producto, un proceso que, como han explicado en más de una ocasión, se resume en hacer lo mínimo con una materia prima de calidad, asegurando su trazabilidad de principio a fin, tanto de las patatas como del aceite de oliva en que se fríen, ambos con origen en Galicia.
Porque en su momento la empresa gallega pudo demostrar que comercializaba las únicas patatas fritas en aceite de oliva de España, una característica que, junto al propio tubérculo y su elaboración casi artesanal, utiliza para diferenciarse frente a otras marcas.
La estrategia de comunicación que ha seguido Bonilla a la Vista durante todos estos años ahora ha tenido continuidad con la repercusión de su cameo en “Parásitos”, no sólo por la aparición de su lata de 500 gramos de patatas en la película, sino por el eco que han hecho de él numerosos medios de comunicación de toda España: desde los de ámbito regional de Galicia y otras comunidades autónomas, hasta los generalistas y especializados, tanto de prensa escrita como de medios audiovisuales.
Y todo ello se ha expandido a través de redes sociales e incluso en otros medios extranjeros, ampliando la fama que ya le había proporcionado el desaparecido locutor Andrés Montes en sus originales retransmisiones futbolísticas. Más allá de un buen producto, que lo tiene, Bonilla a la Vista lo ha tenido que dar a conocer dentro y fuera de su área de influencia, porque como dijo Julio César de su esposa Pompeya Sila: “La mujer del César no sólo debe ser honrada, sino además parecerlo”.