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Información hecha belleza en el mínimo espacio

Botellas de cerveza, de vino, de licor, de agua; tarros de mermelada, de conservas vegetales o animales; tarros de cremas y otros productos de belleza; cajas de café, de infusiones; piezas de máquinas, de recambios; se quedan muchas en el tintero pero todas tienen algo en común, llevan una etiqueta.

 

Labelling o etiquetado, en diseño gráfico un reto que conjuga parte verbal, gráfica y legal. En un a veces ínfimo trozo de papel adhesivo o encolado hay que contar mucho siguiendo unas normas legales y la coherencia estética de la marca del producto en cuestión como cualquier otra aplicación corporativa.

 

A la hora de diseñar una etiqueta dos asuntos tienen la misma importancia:

  1. el sistema de marca y gráfica que representa a la marca,
  2. la normativa legal relativa al producto envasado.

Quizás deba ir por delante el segundo punto porque si no se cumple la normativa el producto no tendrá permiso para salir a la venta.

 

Todos los productos deben cumplir su propia normativa, la más compleja y que más vemos cada día es la que se aplica a los productos de alimentación y a las bebidas. En este caso la normativa es estricta y no deja lugar a dudas indicando exactamente la información que se debe dar, las palabras exactas a usar, el orden de la información, el plano en el que se debe de leer, la legibilidad misma. Todo en favor del consumidor.

 

La etiqueta tiene dos funciones principales que son informar e identificar, estas normas de obligado cumplimiento para informar disminuyen el espacio disponible para la segunda que es identificar. La misión del diseñador es conseguir que el producto una vez colocado en el punto de venta sea identificado por el consumidor, le resulte lo suficientemente atractivo como para comprar ese producto y no el que está al lado.

 

El diseño de una etiqueta es un desafío estético/práctico. Exige al diseñador conocer:

  • la competencia, todos los productos similares al que se está diseñando,
  • la normativa específica para el producto en cuestión,
  • el público al que va destinado el producto, tanto consumidor como comprador porque no tienen que coincidir,
  • las tendencias en cuanto a diseño del producto concreto (para determinar si seguirlas o romper con ellas),
  • los contenedores permitidos para el producto en cuanto a material, cierre…
  • los materiales de reproducción y técnicas de impresión.

 

El etiquetado va de la mano del packaging, del embalaje mismo. A veces toda la información del producto está impresa en el packaging directamente y otras sobre un embalaje “en blanco” se usan etiquetas para dar toda la información necesaria. El trabajo entre el profesional de diseño y el cliente ha de ser muy estrecho para dar con la solución adecuada para conseguir llegar al público objetivo. El diseño debe de ser reconocible en el lugar de venta o identificable en un almacén, debe de ser atractivo para llamar la atención e incitar a la elección y compra. La clave está en un buen proceso de diseño.

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